dissabte, 14 de març del 2009

la llibreta de la Isabel

meaulnes


Es tracta d'una llibreta en la que la Isabel hi va escriure amb llapis un esborrany d'una primera traducció del francès, el més literal possible, d'un llibre que ens agradava i ens agrada encara: el Gran Meaulnes. Teníem l'original francès, amb una portada molt bonica, i la traducció catalana. En aquell temps no se'n trobava cap edició en castellà i la Isabel va pensar que podia fer ella mateixa la traducció. Això va passar fa trenta sis anys. No la va acabar, però no li faltava gaire. Potser un dia d'aquests l'acaba. Copio les últimes ratlles que va traduir (són les que venen justament després de les pàgines que es veuen a la foto); la lletra és petitíssima, amb les ulleres de prop i tot, gairebé no la puc llegir. Sort de l'escàner..

«Hela aquí, es ella» dijeron en voz baja.

Algunos segundos después, ante la puerta de cristales, se paraba el extraño séquito. Un viejo carruaje de granja, con pequeñas galerías moldeadas, como no habíamos visto nunca en esta comarca; un viejo caballo blanco que parecía siempre querer pacer alguna hierba sobre la calle, tanto bajaba la cabeza para andar; y en la silla –lo digo con la simplicidad de mi corazón pero sabiendo bien lo que digo- la muchacha más bella que quizás haya habido nunca en el mundo.

Jamás vi tanta gracia unirse a tanta gravedad. Su vestido le hacia el talle tan esbelto que parecía frágil. Una gran capa marrón, que se quitó al entrar, estaba echada sobre sus hombros. Era la más grave de las jóvenes, la más endeble de las mujeres. Una pesada cabellera rubia caía sobre su frente y sobre su cara, delicadamente dibujada, finamente moldeada. Sobre su tez muy pura, el verano había puesto dos pecas… yo no notaba más que un defecto en tanta belleza: en los momentos de tristeza, de desaliento o solamente de reflexión profunda, ese rostro tan puro se jaspeaba ligeramente de rojo, como ocurre en algunos enfermos gravemente atacados sin que se sepa. Entonces, toda la admiración del que la miraba dejaba sitio a una especie de piedad tanto más desgarradora cuanto que sorprendía más.