dissabte, 17 de setembre del 2005

El tacte en l'ensenyament

vanmanen copia

El Miquel ha portat un llibre a casa que és una joia. El títol és "El tacto en la enseñanza. El significado de la sensibilidad pedagógica". L'autor -el de la fotografia de més amunt- és el pedagog nordamericà Max van Manen. M'ha agradat molt tot el que diu i com ho diu. Persones així fan pensar que ens podem morir tranquils: deixem el món en bones mans.. Copio el primer trocet amb que em vaig topar al obrir el llibre:

"Para ser capaces de actuar solícitamente con los niños tenemos que estar inducidos por el amor y el cariño que hacen posible una relación pedagógica. Puede que quiera elogiar y animar a un niño difícil, que da guerra porque necesita llamar la atención y que se le anime. En ese caso puedo expresar palabras de apoyo correctas, pero mis ojos traicionan mi verdadero sentimiento de disgusto. Sólo si puedo ver más allá de la dificultad del niño y ver su vulnerabilidad podré concertar de verdad mis ojos con mis intenciones pedagógicas respecto a él.
Por lo tanto, es importante darse cuenta de que la mirada de los
ojos normalmente no se puede conformar y manipular con tanta facilidad como las palabras que pronunciamos. Un gesto de ánimo, una mirada comprensiva, un gesto significativo, una cara abierta y que invita, no son simplemente una serie de habilidades del comportamiento que uno pueda aprender en un taller sobre gestión del aula. Un profesor que anima con tacto a un niño con una mirada afectuosa y de
apoyo debe sentirse atraído afectivamente por el niño. El profesor debe ser la propia mirada que intercambia con él."

En el llibre, a més d'exposar tot el tema des de la teoria, distingint molts aspectes en els que cal tenir "tacte", també hi ha lloc per a molts exemples deliciosos. En copio un als "comments"

3 comentaris:

Mingu Manubens Bertran ha dit...

El tacto trabaja con el ambiente

Para los seres humanos
todo tiene un cierto ambiente.


"Una profesora acaba de terminar el último capítulo de un libro que lee a diario a su clase. Tranquilamente cierra las tapas; algunos niños suspiran. Hay un cierto dolor, una sensación de pérdida, cuando un buen libro se termina. Uno desea que la historia continúe; no quiere que se acabe. La profesora conoce esa sensación y con sutileza cultiva el poder del clima existente: «A lo mejor algunos queréis tomar prestado el libro para leerlo a solas». Varias manos se disparan. «Mientras tanto», dice la profesora, «podemos ver qué otros libros ha escrito este autor. A ver por dónde empezamos...»
La profesora que lee una historia en clase para todos, en el tono adecuado, crea un sentido de comunidad, así como una experiencia de narrativa compartida. Algunos profesores creen que leer en clase es algo que sólo se hace en la escuela primaria. Pero en la secundaria se puede crear un clima o un ambiente especial leyendo a los alumnos y ello puede contribuir a revalorizar la historia y la literatura, a la vez que a crear un valor compartido.
Los profesores crean un clima especial no sólo por lo que dicen sino por la forma en que se presentan a los alumnos. Provocan un cierto clima por la forma en que trabajan con las dimensiones espaciales y temporales de su aula. Este clima se crea mediante la distribución del mobiliario y el tratamiento de las paredes y los pasillos. El aula de cada profesor y de cada escuela tiene un determinado carácter. La cuestión no es si debe crear un ambiente, sino qué tipo de ambiente conduce más hacia relaciones pedagógicas.
Los niños son bastante sensibles al ambiente en el que comparten las experiencias. Un profesor que les lee por obligación, o para mantenerlos tranquilos hasta la hora de acabar, o un padre que lo hace hasta la hora de dormir, o simplemente para cumplir una promesa, probablemente no disfrutan de lo que leen. No crean un verdadero clima narrativo. Una experiencia de lectura en que tanto el padre como el niño están involucrados en la historia que están leyendo, y en la que el niño puede sentir que existe un sentimiento y una experiencia compartidos, es muy diferente. No sólo el adulto y el niño disfrutan de la historia, sino que disfrutan del placer que se proporcionan mutuamente.
Una profesora de escuela secundaria les dice a sus alumnos de octavo: «Tengo una bonita historia, titulada "Mil grullas de papel", que me gustaría compartir con vosotros para conmemorar el Día de los caídos, en que se recuerda a los que perdieron la vida como resultado del conflicto y la guerra». La profesora ya ha proporcionado un contexto para la historia. Son las secuelas de la Segunda Guerra Mundial.

La bomba atómica ha forzado a Japón a acabar la guerra, pero todavía hay gente que muere. La profesora empieza la lectura. La clase se instala. Pero conforme se desarrolla la historia, los alumnos se dan cuenta de que la propia profesora reacciona con dificultad a la historia. Su voz tiembla, y no de manera artificial, para crear una sensación de drama. Está emocionada de verdad. Lo que los alumnos detectan es la vulnerabilidad de la profesora a la fuerza de la narrativa. Pero también reconocen esa reacción de la profesora en ellos mismos. Y resulta interesante que ninguno de estos adolescentes se aproveche de la situación para burlarse de la profesora. ¿Por qué no? Sería fácil reírse del sentimentalismo. Pero quizás estos sentimientos no fueran sólo sentimentalismo. La historia revela verdades universales. Todos los estudiantes están afectados por la historia.
La profesora cree que es mejor parar, y le dice a uno de los alumnos: «¿Puedes continuar leyendo? Me parece que esta historia siempre me sobrecoge un poco». Cuando la lectura se acaba la profesora es consciente de que a unos cuantos alumnos les ha conmovido la historia. Alguno se frota un ojo rápidamente con un dedo y otros mantienen sus cabezas bajas para evitar que se les note cómo les ha afectado. Nadie habla. El silencio que se palpa no es un silencio de atención, de espera o de obediencia. Es la quietud que permite que la historia se dilate para invitar a la reflexión, al juicio, a la aceptación de que es algo profundo y poderoso."

Anònim ha dit...

Mingu, el Jordi s'ho ha llegit i li ha interessat molt.
Diu, que un Mestre de l'escola ja fa temps que llegeix als nanos fracments de llibres, ho fa perque hi creu i per omplir certs espais de temps en que els nens estan mandrosos que en sentir la lectura els centre molt.
El día que ens vingueu a fer el paseig pel Pla del Penedès ja us en parlara.

mima








mima

Mingu Manubens Bertran ha dit...

Crec que val la pena que aconsegueixi el llibre. És molt important tot el que s'hi diu.

Justament, diumenge al vespre vem veure un reportatge a "30 minuts", gens sensacionalista, en el que es feia el seguiment de com s'integraven a la vida escolar, en un institut de secundària, uns quants nois i noies vinguts de diferents països. Allí es veia com els professors ho feien el millor que podien, però t'asseguro que hi havia molt a millorar en el tracte. Crec jo que a la escola secundària encara és freqüent un tracte força "intimidatori" (no se m'acut una paraula més ajustada) dels alumnes. Si veu veure el documental, o si teniu fills a l'escola secundària, sabreu a què em refereixo..

Ja sé que el tema és molt complicat, el comportament de molts nois i noies an aquestes edats sovint és difícil; moltes vegades és impossible fer res de bo amb ells tan sols per culpa de l'actitut d'algun o alguns, però tot això l'autor del llibre ho coneix, ho té en compte i aporta una manera d'afrontar-ho que crec que arriba al fons, a l'arrel.

Una dificultat: per fer-ho tan bé com proposa se n'ha de saber molt. Com amb tot, no n'hi deu haver prou amb haver llegit un llibre, per bo que sigui..